Pescados

La escasa cantidad de recetas de pescados que propongo, no significa que el producto no me interese ni agrade, todo lo contrario: he comido pescado toda mi vida, y durante un par de años prácticamente todos los días, y, cada día me gusta más.

Es un producto noble, sano, exquisito. Y fácil de cocinar. Si le busco algún defecto, aún con ahínco, no se lo encuentro. Solamente hay que tener extremo cuidado con la conservación: la tan mentada cadena de frío.

Para saber si el pescado es fresco, debe tener los ojos transparentes, la carne ante la presión ejercida con un dedo debe volver a su posición original, o sea no quedar hundido el punto donde ejercimos presión. Las agallas deben ser rojas claras, no obscuras. Obviamente, el olor debe ser fresco, nunca fuerte.

La cadena de frío y la frescura del pescado, tienen una importancia capital, por el asunto del sabor. Acá estoy hablando de sabores, el tema de la posible intoxicación por causa de una mala conservación, se la dejo a los médicos.
El pescado fresco tiene un sabor inigualable y su carne tiene una firmeza única.

Como ciertos amigos me acostumbraron, a consumir solamente pescado muy fresco, y por ende muy bueno, -a raíz de este condicionamiento-, las preparaciones de pescado que aprecio-y no abandonaré fácilmente- son: a la plancha, asado, hervido o sometidos a un salteado brevísimo. Concedo algún filete a la romana, para algún momento de indecisión.
Pocos productos, aparte de la carne argentina soportan tal reto.

Entonces pues, las recetas que aquí incluyo, son aquellas que requieren un poco más de elaboración: por tratarse de bacalao, porque es una conserva, por tratarse de algún crustáceo y alguna otra excepción.

Si alguien me pregunta cuál de todos, es mi plato preferido, sin dudar digo:
Salmón rosado del pacífico a la plancha.
Guarnición: una papa a la inglesa rociada con un poco de aceite de oliva virgen.
Unos cuartos de limón.

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